por Merlina Meiler
Corría el año 1994. Internada en un sanatorio, en el medio de trasfusiones de sangre, legiones de médicos y tratamientos varios, el diagnóstico: úlcera en el intestino grueso, una enfermedad catalogada como crónica, recidivante y con tratamiento médico de por vida. Mi pregunta: ¿Crónica? ¿Qué es eso?
En ese entonces mi contacto con la PNL era nulo, ni sabía que existía. Ahora, con el tiempo, miro ese momento de mi vida y me doy cuenta que los principios útiles son realmente útiles, y las creencias tienen un poder enorme... déjenme contarles cómo se desencadenaron los acontecimientos.
Al enterarme del diagnóstico médico, y por la gravedad del cuadro en que me encontraba, lógicamente me angustié. Pensé: ¿enfermedad crónica? Yo no creo en las enfermedades crónicas, no tengo intención de pasar el resto de mi vida visitando médicos o dependiendo de medicamentos. Y esta creencia es la que modificó mi vida, aunque yo en ese momento no sabía bien de qué se trataba ni cómo funcionaba este principio de la PNL.
Las creencias son ideas subjetivas sobre lo que es verdadero o falso para nosotros y para el mundo que nos rodea, y se modifican por los filtros perceptuales que las distorsiones, generalizaciones y eliminaciones generan. Les ponen límites a los mapas mentales de las personas, se pueden ampliar o achicar. Tomar un ejemplo y generalizarlo genera una creencia, por ejemplo. En este caso, a mí me sirvió muchísimo, ya que yo no creía (ni creo) en las enfermedades crónicas, sí creo que alguien puede enfermarse, recibir un tratamiento, tratar de entender para qué se produjo la enfermedad, y curarse. El por qué de la enfermedad suele ser útil también, porque a veces copiamos creencias ajenas, principalmente de nuestros padres, y las hacemos propias. Admito que el susto mayor fue cuando me dijeron que el tipo de úlcera que yo había producido podía malignizarse. Mi madre murió de una enfermedad maligna cuando yo era pequeña. ¿Estaba yo intentando imitar la conducta aprendida de mi madre? Ella seguramente hizo las cosas lo mejor que pudo conforme a las herramientas con las que ella contaba a esa altura de su vida. Probablemente ella sí estaba de acuerdo con el concepto de enfermedad crónica, la respeto, ¡pero yo no comparto esa idea! En ese momento aprendí a aceptar las creencias ajenas, aunque difieran de las mías, y estoy absolutamente convencida que esto fue lo que ayudó a mi curación total.
Luego de seguir durante varios años los tratamientos convencionales, completamente necesarios y valiosos, en los que hubo momentos mejores que otros, la enfermedad ha sido controlada y no se hizo crónica. Sigo visitando anualmente al médico que me trató para hacerme controles de rutina, aunque las últimas biopsias no mostraron ni siquiera rastros de la enfermedad que tuve.
Éste es el poder de las creencias.
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