Cuando el capitán del barco sigue empeñado en llegar a un puerto que ya no existe

Cuando tenemos veinte años soñamos con nuestro futuro. Nos imaginamos el futuro que queremos conseguir. Algunas personas no hacen nada y se quedan con el sueño, frustradas y hundidas, tal como explicaba en la anterior reflexión. Otras, trabajan por conseguir sus sueños y los consiguen. Hay gente que quiere, desea y pretende. Hay gente que hace. Esa es la diferencia.

Me dices: "He conseguido todos los objetivos que me marqué cuando era joven, un buen trabajo, una esposa, unos hijos. Pero no soy feliz, no estoy satisfecho. No sé cómo romper con esta carga".

Trabajaste duro por conseguir tu empleo. Todavía recuerdas lo feliz que fuiste la primera semana de trabajo, un trabajo ideal, "para toda la vida". Casi tocaste el paraíso el día en que tu pareja te dijo que quería vivir contigo. Y cuando abrazaste a tus hijos nada más nacer fueron experiencias que nunca olvidarás.

¿Qué te ha pasado? Tu situación actual responde a los objetivos que te marcaste a los quince o veinte años. Has conseguido tus metas de los veinte años. Pero ahora que tienes 30, 40, 50, ¿sigues teniendo los mismos objetivos? Los objetivos que te marcaste con veinte años no pueden ser los mismos que los que puedes tener ahora. Y no pueden ser los mismos porque tus valores a los veinte años no pueden ser los mismos que a los cuarenta.

Metas y valores van tomados de la mano. Los valores son las actitudes personales que determinan mi conducta. ¿Qué es importante para mí? A través de los valores juzgamos nuestra propia conducta y establecemos relaciones con las cosas que nos rodean y con los demás.

Los valores están influenciados por la cultura en la que vivimos, la familia a la que pertenecemos, la educación que hemos recibido, la ideología que compartimos, la religión que profesamos, etc. También nuestra propia experiencia de vida va marcando nuestros valores, así como nuestra personalidad. Todos estos factores se influencian mutuamente.

Como los valores se empiezan a establecer desde los primeros años de nuestra vida, se han podido mantener valores incongruentes con los que establecemos cuando somos adultos. Estas discrepancias provocan que a veces no estemos seguros de qué camino seguir o que nos sintamos insatisfechos de determinados logros u objetivos conseguidos. En este caso, significa que esos objetivos no concuerdan con alguno de nuestros valores actuales.

¿Esto quiere decir que tienes que renunciar a tu trabajo, separarte de tu pareja y abandonar a tus hijos? Es evidente que no. Lo que significa es que tienes que trabajar para adecuar el enfoque que das a tu trabajo o a tus relaciones familiares con los valores que ahora son importantes para ti. No se trata de cambiar de trabajo o de divorciarte (que también puedes hacerlo), se trata de reorientar la perspectiva, se trata de cambiar tu punto de vista sobre cómo te relacionas con ellos.

¿Cómo puedes enfocar tu trabajo de otra manera, de tal forma que esté en sintonía con tus valores actuales? ¿Cómo puedes adaptar tus valores actuales con los valores actuales de tu pareja, para llegar a un objetivo común? ¿Están de acuerdo tus valores con tus metas actuales? ¿Coinciden tus valores actuales con tu forma de vivir actual?

Cuando en 1541 Francisco de Orellana partió de Quito, atravesó los Andes, y comenzó a descender por varios ríos, toda su ilusión era encontrar un lugar mítico, El Dorado. Le habían dicho que existía un lugar en el que había tanto oro que hasta las calles estaban pavimentadas del rico metal. Tras perder a la mayor parte de la tripulación, Orellana regresó maltrecho y enfermo. Orellana no había encontrado El Dorado. Tampoco fue consciente de que se había encontrado con la mayor reserva de recursos naturales del planeta, la cuenca del Amazonas. Orellana no llegó al puerto que se había propuesto cuando partió. Tampoco fue capaz de ver la realidad del puerto con el que se encontró.

Nos cuesta adaptarnos a los cambios. Pero adaptarnos a los cambios es imprescindible para que nuestra vida sea feliz y gratificante.

Fuente: http://www.ricardoros.com/blog/


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