Médicos, biólogos, psicólogos, filósofos y maestros esotéricos concuerdan más o menos globalmente en que la inteligencia es una combinación de ciertas facultades centradas en nuestro cerebro. Más aún, en algunas zonas del cerebro humano, a la que hemos llamado “neocortex”, que se caracteriza por estar formado por una materia de color gris.
Estas diversas facultades se conectan unas con otras intercambiando aportes hasta crear entre todas un “aparato” al servicio de lo que llamamos “razón”. La ciencia ha definido razón por una parte como “la acción de percibir, la percepción sensible, comprensión, captación inteligente”, y, por “la reacción precisa al máximo de posibilidades de las informaciones recibidas”.
Así, la actividad mental será más racional mientras más activa sea nuestra reacción correcta y elaboradora de lo que percibirnos sea por nuestra memoria o por nuestros sentidos.
Cuando decimos inteligencia nos referirnos a un minino de siete facultades básicas:
1. Capacidad de representar en nuestras mentes el mundo que nos rodea, y de comunicarlo.
2.- capacidad de aprendizaje.
3.- Capacidad de combinación de las informaciones que recibirnos a través de nuestros sentidos o por mensajes de otras personas.
4.- Capacidad de descubrimiento de las relaciones sutiles que existen entre diferentes grupos de informaciones.
5.- Capacidad de improvisación para resolver problemas.
6.- Capacidad de inventar combinaciones nuevas o maneras nuevas de hacer lo que nos proponernos.
7.- Capacidad de cambiar nuestros puntos de referencia antiguos basándonos en el ejercicio de las seis capacidades anteriores -a esta facultad se llama también “retroalimentación”.
Cada una de estas capacidades puede ser vigorizada y amplificada mediante técnicas especiales.
Acerquémonos, primero, a la facultad de representar en nuestras mentes el mundo que nos rodea y la capacidad de representarlo.
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