PALABRAS peligrosas

Cuando no dicen la verdad, las palabras engañan. Y eso es peor que no decir nada. Aprender lo que son las palabras y lo que significan es el punto de partida que más rápido nos hará avanzar.

De las capacidades que forman nuestra inteligencia, la fundamental es nuestra capacidad de representar el mundo, es decir tomar las cosas y circunstancias del mundo que nos rodea, transformarlas en símbolos o representaciones y llevarlas a nuestras mentes como unidades manejables por nuestra actividad cerebral. Estas representaciones, a nivel de nuestras conciencias son principalmente palabras. Gracias a la palabra vaso Ud. logra manejar mentalmente el concepto vaso incluyendo todos sus atributos.

Cada vez que Ud. lee la palabra montaña Ud. esta comprendiendo de qué se trata. Pero no le ocurrirá si lo que encuentra escritas son las palabras “shan” o berg que significan montaña en idiomas chino y alemán... salvo en el caso que Ud. haya aprendido esos idiomas. Obviamente, las palabras jamás llegan a reemplazar por si mismas a las cosas o experiencias de uno. Son sólo sonidos o representaciones de sonidos con letras escritas, que cada grupo cultural ha aceptado en forma convencional formando un idioma.

Además, cuando un boliviano, que vive rodeado de montañas escucha esa palabra, su reacción no es igual a la de un habitante de Buenos Aires para quien las montañas son una realidad lejana. La misma palabra, aunque mantiene su sentido convencional, se carga de matices diferentes en la medida que la memoria del que la percibe asocia la palabra con diferentes tipos de experiencia.

De este modo, todas las palabras cobran verdadero significado cuando se ven reforzadas por dos clases de factores:

Nuestros recuerdos personales (incluyendo los recuerdos conscientes y cosas que creemos haber olvidado), y nuestros recuerdos “no personales”; muchos más profundos que pertenecen a toda la especie humana, a nuestro “filum” genético de animales mamíferos, y, finalmente, a los remotos aprendizajes comunes a las células de todos los organismos vivos.

Es decir, detrás de las palabras con que pensamos existen grandes ríos de memoria que aportan su energía y vitalidad para que las representaciones verbales alcancen fuerza emocional consistencia, sensación de tiempo y espacio, en fin, la realidad.

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